Se ciernen ante nosotros las ultimas hojas de verano.
Vuestro rostro se encinta con las cenizas otoñales,
Sin dicha ni fabula, ni mucho menos un reclamo,
Postergando la vida bajo el cauce mas cercano,
Derramando la sal de los asperos mares,
En lagrimas arcanas de cuantiosos azares.
Y aunque el afan apuntaba lejos del horizonte,
La realidad no se escondia ni disimulaba.
Quizas la piedra no habia dado la ultima rodada,
En el sendero de anhelos etereos y corrompidos,
Y una que otra espina percibiendo ser acusada,
Del ardid fortuito de una mascara antenacida.
Y aunque el querer apuntaba lejos de un existir,
La realidad no se preocupaba ni se abrumaba.
Y era curioso sembrar en un jardin nombrado empatia,
Cuando la sustantividad de los sucesos resultaba relativa,
A lo que la mente de uno dictaminaba con recelo y angustia,
Y la de otro recriminaba con una cruz conmiserativa,
Bajo el velo de una fantasia enteramente adversa,
A la veridica existencia de una futura lejania.
Mas aun extrañable quizas resulte,
Lo irreal de aquel velo..